
María Marsans (centro) y Maite Sánchez (segunda por la derecha), con otros miembros del equipo de la bodega. / ARRAYÁN
Arrayán es el nombre de la embarcación con la que el empresario José María Entrecanales (Madrid, 1933-2008) se escapaba a navegar cada vez que su apretada agenda se lo permitía. Aparte de su trabajo y sus negocios, quien llevara durante décadas el timón de las empresas familiares (Entrecanales y Tavora, luego NECSO Entrecanales Cubiertas, finalmente Acciona) tenía dos pasiones: el mar y la viña. Por eso cuando construyó su bodega en la finca La Verdosa (Santa Cruz de Retamar, Toledo) no dudó en adoptar como marca el nombre de su velero.
Asesorado en sus primeros momentos por Carlos Falcó, la viña la diseñó el profesor australiano Richard Smart con las técnicas más revolucionarias de la época (1999), mientras que las elaboraciones iniciales corrieron a cargo del bodeguero riojano Miguel Ángel de Gregorio. Cabernet sauvignon, merlot, petit verdot y syrah, fueron las cuatro variedades de uva que se repartieron la plantación de 24 has. Tras la muerte de su esposo, María Marsans se hizo cargo de la bodega en 2009. Y no sólo salió airosa de un reto que jamás se le había pasado por la imaginación, sino que inauguró una etapa de profundos cambios en la filosofía vinícola del proyecto. Comenzó por fichar a la joven enóloga Maite Sánchez, a quien dio carta blanca para ponerse al frente de las transformaciones.
Los vinos iniciales de la bodega se mantienen, aunque con evidentes correcciones de rumbo. Pero donde sólo había tintos de variedades internacionales hoy hay lugar para elaboraciones más enraizadas en el territorio y la tradición local, incluidas las magníficas garnachas de la vecina Sierra de Gredos. Lo último es un blanco de albillo real que dará mucho que hablar en el futuro. Fue la primicia de una cata panorámica celebrada hace unos días en el hotel Villa Real de Madrid, en la que pudimos apreciar algunos de los frutos del cambio. A saber:
ARRAYÁN ALBILLO REAL 2014. La joven estrella de la sesión es un blanco obtenido de cepas de albillo real plantadas sobre suelos arenosos del cercano municipio de Almorox (D.O. Méntrida). Se muestra tímido en un primer momento, si bien deja entrever algunas elegantes notas balsámicas (eneldo, hinojo, anís) típicas de la variedad. Tras un rato en la copa –el vino agradece una decantación–, los aromas iniciales ganan en intensidad y riqueza, apareciendo ahora junto a caracteres cítricos y recuerdos de flores blancas, todo en un conjunto de perfecta armonía. El paladar no se queda atrás: lleno y glicérico, tacto de seda, magnífica acidez, amplio y persistente, con ecos finales de macedonia de fruta fresca. Precio: 12,50 euros.
LA SUERTE DE ARRAYÁN 2012. Se trata de la primera incursión de la bodega en el universo de las nuevas garnachas de la Sierra de Gredos. No tuvo que ir a buscar muy lejos Maite Sánchez: el viñedo de procedencia también se encuentra entre los límites de la D.O. Méntrida, concretamente en el término de El Real de San Vicente, a entre 700 y 800 metros sobre el mar. Es el más sensual y directo de los dos tintos de garnacha de Arrayán, a lo que, sin duda, contribuye una medida crianza de 12 meses en barricas de segundo año. En total, 6.000 botellas de un vino tan seductor en la nariz (confitura de grosella, jara, tomillo, flores azules) como vivo y fresco en la boca. Aunque mantendrá el tipo en la botella, ahora está redondo, listo para el descorche. Precio: 12,50 euros.
GARNACHA DE ARRAYÁN 2012. Para su segundo desembarco en el territorio garnacha, Sánchez se ha decantado por los suelos pizarrosos de la localidad abulense de Cebreros, razón por la que incorpora en la etiqueta la mención Vinos de la Tierra de Castilla y León, en lugar de la habitual D.O. Méntrida. Los 960 metros de altitud de las viñas condicionan el ritmo de evolución de este vino, que nos parece algo más pausado que el del anterior. Le cuesta más entregarse que a su hermano y nos atreveríamos a decir que, como poco, habría que esperarle un año. Hay sutileza y complejidad mineral sobre un fondo de bayas maduras y hierbas aromáticas. Un tinto profundo y carnoso en el paladar, donde exhibe cuerpo y estructura, aunque también unos taninos algo tensos aún, como si estuvieran pidiendo a gritos ese tiempo de reposo en el botellero. Crecerá mucho, pero sin prisas. Precio: 22 euros.
ARRAYÁN SYRAH 2010. Si el vino anterior tenía el don de la palabra justa, este syrah mostró su elocuencia desde el primer minuto, como corresponde a los tintos meridionales obtenidos con la uva del Ródano. Y nos convenció. Primero con su fragancia vegetal (flores secas, ñora, mermelada de moras); después, con un paladar carnoso y opulento, de tacto envolvente y mullido. Lo que nuestros vecinos del otro lado de los Pirineos llamarían un vino de placer. Instantáneo, podríamos añadir. Precio: 12,50 euros.
ARRAYÁN PETIT VERDOT 2010. Cambio de tercio en esta uva de maduración tardía que ha encontrado su mejor hábitat en la región de Burdeos, junto a las brumas atlánticas. Ya desde que comenzó a embotellarla por separado el Marqués de Griñón en Malpica (Toledo) –a no muchos kilómetros de Arrayán– nos sorprendió un curioso –e infrecuente– ejemplo de adaptación de una vinífera septentrional a los tórridos veranos de la meseta. De este nos gustó su riqueza aromática (notas de laurel y tinta china, dejos minerales, fondo de frutilla negra bien madura) y casi nos gustó más la elegancia austera de su boca, donde se muestra fresco y fino, de paso ágil y fluido antes de resolverse en un persistente –e incitante– final. Precio: 14,90 euros.
ARRAYÁN PREMIUM 2010. Un vino en el que se ensamblan las cuatro variedades francesas de la bodega, con mayoría de syrah, como en la viña. Cada partida de uva –selección de las mejores de cada vinífera– madura por separado en roble francés, hasta alcanzar el conjunto resultante una crianza media de 14 meses. Gran equilibrio y armonía, que se transmite desde una nariz elegante y profunda que nos recuerda las moras y las frambuesas recién cosechadas sobre un fondo de especias. La boca no desmiente lo anterior. Es fresca y viva, nítida y clara en todas las fases de su recorrido, que se estira en un largo, casi eterno, final. Un vino para beber y para guardar sin miedo. Precio: 25 euros.
ESTELA DE ARRAYÁN 2010. Es, a día de hoy, el escalón más alto de la gama Arrayán. El nombre le viene de la mencionada afición marinera del fundador de la bodega, aunque también sienta como un guante a su condición de vino obtenido mediante el sangrado (ningún tipo de presión) de los hollejos del descube de los depósitos en los que fermenta el citado Arrayán Premium. De ahí una limitadísima producción de poco más de 2.000 botellas. El coupage tiene lugar antes de pasar a criarse 17 meses en barrica francesa, con el resultado de una nariz concentrada (fruta negra, elegantes pinceladas de laurel y sotobosque) y un paladar fresco y sabroso al tiempo que fino, con taninos algo tirantes aún pero que apuntan muy arriba. Un tinto con el que nos gustaría cruzarnos en un par de años. Precio: 34 euros.
Y hasta aquí llego la marea Arrayán del pasado jueves en el hotel Villa Real de Madrid. Una bodega que situó muy alto el listón en el momento de su nacimiento y que hoy, de la mano de sus actuales responsables, María Marsans en la propiedad y Maite Sánchez en la enología, parece haber encontrado la fórmula para seguir creciendo.
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