Cerrogallina Pinot Noir 2016: ECOS DE BORGOÑA

CERROGALLINA PINOT NOIR 2016. BODEGA: CERRO GALLINA. TIPO: TINTO. ZONA: D.O. UTIEL-REQUENA. UVAS: PINOT NOIR. PRECIO: 15 €. GASTRONOMÍA: MILHOJAS DE RIÑONES DE LECHAL, ALL-I-PEBRE AL MODO DE EL PERELLÓ. PUNTUACIÓN: 92/100

Hace unas semanas pudimos catar este singular tinto, nacido no hace mucho tiempo en una de las bodegas más interesantes del altiplano de Utiel-Requena (Valencia). Su autor, el maestro de enólogos José Hidalgo Togores, describe esta variedad de uva como “difícil de cultivar y de elaborar”, a pesar de lo cual ha salido más que airoso de su primera experiencia con ella. No es el único vino de su clase que ha visto la luz en la Comunidad Valenciana. Citemos el Enrique Mendoza Pinot Noir, de quien confiesa su autor, Pepe Mendoza, que, intentando domar su esquivo carácter, ha aprendido a manejar mejor el conjunto de variedades de uva con las que trabaja. Tampoco olvidemos los Impromptu (rosado) y Bassus (tinto) de Pablo Ossorio en Bodegas Hispano Suizas, dos etiquetas que han obtenido el reconocimiento de la crítica experta. Ni los trabajos de bodegas como Daniel Belda, Sebiran o Vicente Gandía con la uva borgoñona.

Difícil de cultivar y de elaborar. Caprichosa como ella sola, esquiva, opaca… La literatura enológica no ha ahorrado calificativos a la hora de explicar el particularísimo talante de la uva más cosechada en la Champaña o la que está en la base de los grandes borgoñas, desde la Romanée Conti hasta La Tâche, Clos Vougeot o Chambertin (“el vino de las grandes decisiones”, para Napoleón), por citar sólo unos nombres legendarios. En el conjunto de España son pocos los elaboradores que se han atrevido con la variedad pinot noir.

PARA BEBER Y GUARDAR. El de José Hidalgo en Cerro Gallina debuta más que prometedoramente con una edición de 4.300 botellas, no tan limitada como la de tantos y tantos vinos de autor y experimentales que inundan las páginas de las guías y publicaciones especializadas. Tras una medida crianza de ocho meses en roble francés de grano fino, de entrada nos gusta su vivo color rojo cereza, no cubierto en exceso, en línea con los mejores borgoñas. Luego, al acercar la copa a la nariz, vuelve a sorprendernos su fidelidad al modelo en el que se inspira: limpios recuerdos de violetas, cassís y chocolate sobre un fondo de suaves especias. Su vibrante y equilibrada acidez es el sostén del vino en la boca, por la que transita ágil y terso, con un largo y persistente final en el que aparecen suaves notas de regaliz. Para beber y para guardar una buena temporada. 

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