
La bodega y su entorno. A la derecha, el nuevo vino de Losada. / LOSADA VINOS DE FINCA
La presentación hace unos días de El Cepón 2016, nuevo tinto de Losada Vinos de Finca, nos sirvió para recordar que no sólo de suelos de pizarra –y mineralidad– vive el Bierzo, esa comarca leonesa de vinos que volvió a la vida con el último cambio de siglo deslumbrando a propios y extraños, entre ellos el emperador de la crítica internacional, Robert Parker.
En efecto, esta bodega singular, al frente de cuya enología y viticultura se encuentra Amancio Fernández, apostó desde el primer día -y en contra de la corriente dominante- por los suelos ricos en arcilla. Eso sí, situados en laderas de los alrededores de las localidades de Valtuille y Pieros, que son como la cuna de las mejores uvas y vinos de la comarca. Era una forma de decir que llegaban para interpretar con luz propia el paisaje del Bierzo y sus viejas parcelas de viña.
LO MEJOR DE CADA VIÑA. El encuentro fue una estupenda ocasión para conocer la última añada de algunos vinos destacados de la bodega, procedentes de las 30 has de viñedo que controla, ocho de ellas en propiedad, repartidas en 22 pequeñas parcelas. El Bierzo vitícola es, con Galicia, el reino del minifundio. Por eso se agradece que algunas bodegas, como esta que nos ocupa, se propongan extraer lo mejor de cada porción de viña y apuesten por los vinos estrechamente identificados con el terruño del que proceden.
El escenario de la reunión, el restaurante madrileño Desencaja (Paso de la Habana, 84. Tel. 91 457 56 68), no pudo estar mejor escogido, como demostró el magnífico menú ideado para la ocasión por Iván Sáez, al frente de los fogones. Hablaremos un día de estos de ese menú en otro post. Entre tanto, vayamos a las botellas descorchadas.
ALTOS DE LOSADA EL CEPÓN 2016 (32 €): Servido en último lugar, se trata de un vino de edición muy limitada, de apenas 1.150 botellas. Con 15 meses de crianza en barrica francesa, tiene su origen en un viñedo viejo (cepas de más de 50 años) de cuatro has que tiene la propiedad en el término de Villadecanes. Potencia y finura caminan de la mano en una expresiva nariz de fruta (cereza madura, cassís), herbolario (laurel) y suaves notas especiadas (vainilla, cacao, nuez moscada), a la que sigue un paladar fresco, opulento y de gran estructura que aún debe atemperar el vigor de sus taninos. Cuestión de unos pocos meses más de botella.
LA SENDA DEL DIABLO 2016 (60 €): Además de uva mencía, en el Bierzo siempre se ha cosechado, entre otras variedades tintas, cierta cantidad de garnacha tintorera. Algo menos de 200.000 kg en los últimos censos de la denominación de origen. Esta es la vinífera que está detrás de este tinto, segunda entrega de la marca. En él, Amancio Fernández ha logrado extraer una finura que parecía imposible en esta variedad hasta no hace mucho denostada, y más orientada a conseguir volumen que calidad. Limpias notas de fruta roja muy fresca sobre delicados y nobles fondos vegetales y florales definen la original nariz de este vino, a la que sigue un paladar vivo, con una acidez bien patente y magníficamente encajada, gran amplitud y persistente final de boca del que emergen elegantes ecos de humo y regaliz. Todo un hallazgo.
ALTOS DE LOSADA 2016 (17 €): Última añada del buque insignia de la bodega, procedente de 17 pequeñas piezas de viñedo viejo de mencía cultivadas en suelos con predominio de arcillas, entre ellas Viña Grande (1,8 has), Los Cerezos (0,9), As Chas (2,2), Piñeiro (0,9) y Los Almendros (0,7), situadas en el término municipal de Valtuille de Arriba. Tras elaboraciones separadas y 15 meses de crianza en roble francés, el vino impone su carácter desde la fase aromática: expresivo, abundantes notas de fruta negra en su punto de madurez, tierra mojada, bosque umbrío… Boca carnosa, amplia y firme, de gran esqueleto y con una acidez que lo conducirá a su cénit en los próximos meses. Ya está para beber, pero mejor no tener prisa.
LOSADA 2016 (11 €): Aunque la comentamos en último lugar, fue la botella que abrió la sesión de cata. Un mencía con 10 meses de barrica del que recordamos bien sus jóvenes y atractivos aromas de bayas silvestres (fresilla, arándano) y especias suaves (vainilla, pimienta blanca), así como una boca sin fisuras, redonda e incitante, muy directa, ideal para apreciar en plenitud las características más puras de la uva tinta berciana. Gran relación calidad/precio, para acompañar un tapeo de altura.
Una sesión de cata interesante por donde se mire, que nos reafirma el buen hacer del elaborador cosecha tras cosecha. Grande el vino de parcela recién nacido y aún más grande, si cabe, la segunda entrega de La Senda del Diablo, un tinto que llega para dejar claro que, en el Bierzo, hay vida más allá de la mencía.