
El Somontano aragonés concentra una buena parte de la producción española de esta uva centroeuropea / DOS
Hace pocos meses este periodista tuvo la oportunidad de participar en una interesante cata vertical de blancos aragoneses de la variedad gewürztraminer, incluida la cosecha de 1991, primera de las elaboradas con esta vinífera por Viñas del Vero, bodega organizadora de la sesión. Lo sorprendente no es que continuaran vivos unos vinos que habían sido concebidos para ser consumidos en el plazo de uno o dos años, sino que el paso del tiempo había desarrollado en ellos valores y atributos insospechados. Complejos matices minerales en el 2006, ricas notas melosas y cítricas en el 2001, pinceladas bituminosas que recordaban algunos vendimias tardías alsacianos en el 1994, el más complejo de la serie.
POSIBILIDADES MAL APROVECHADAS. Al final, esa rara sensación de haber degustado vinos únicos e irrepetibles, que nunca estuvieron al alcance de los mortales simplemente porque no se los había dejado crecer. Y la inevitable pregunta de si los elaboradores españoles de vinos blancos sacan todo el partido que podrían de las uvas que vendimian año tras año. La gewürztraminer sería un buen ejemplo de esas posibilidades mal o insuficientemente aprovechadas.
La vinífera llegó a Europa occidental por Termeno (Trentino-Alto Adigio), de donde pasaría a las riberas del Rin. Gewürz significa especiado en lengua alemana, mientras que traminer alude a su origen en Tramin, nombre germano de la citada localidad del norte de Italia. Tras la riesling es la segunda variedad más cultivada en Alsacia, donde es la base de los mejores vinos dulces de vendimia tardía, mientras que en Alemania, al otro lado del Rin, la encontramos en algunos de los grandes vinos de hielo.
Entre nosotros, aunque las primeras viñas se plantaron en Cataluña es en el Somontano aragonés donde la variedad ha encontrado mayor arraigo, convirtiéndose en una de las señas de identidad de la denominación de origen. Si Viñas del Vero tomó la iniciativa, pronto la siguieron otras bodegas como Enate o Pirineos, cuyos blancos de la uva llegada del frío siempre se han encontrado entre lo mejorcito de su categoría.
VINOS COMPLEJOS Y FRAGANTES. Los blancos jóvenes de gewürztraminer se caracterizan por su intensidad y riqueza de matices en la nariz (pétalos de rosa, clavo y pimienta, piel de naranja, lichis, melocotón…) y por un paladar amplio y fresco, untuoso y persistente. Un conjunto de características que les permite asociarse con sabores y platos difíciles de armonizar, como las salsas de la cocina oriental.

Racimo maduro de gewürztraminer / AGROTERRA
En el Penedés la uva se utiliza sobre todo en ensamblajes con otras viníferas blancas. Torres la incorpora junto a la moscatel en su conocido Viña Esmeralda (explosión de fruta y flores), fórmula a la que Juvé y Camps añade cierta proporción de malvasía, en un vino complejo y lleno de sutilezas. Sumarroca es otra de las bodegas catalanas que mayor juego a dado a sus viñas de gewürztraminer, con un interesante blanco varietal (delicados aromas de jazmín), mientras que Gramona embotella desde hace bastante tiempo sus Vi de Glass y el espumoso Frisant de Gel, dos interesantes ejemplos de vino dulce.
BLANCOS MUY SINGULARES. Fuera de estas zonas, los blancos españolas de gewürztraminer comienzan a ser escasos. En la provincia de Guadalajara, al pie de la sierra de Ayllón, Finca Río Negro (fruta tropical, viva acidez, con un particular toque amargo final) es un buen ejemplo de estos blancos singulares. Igual que el Suerte del Rey (miel y fruta exótica) que obtiene la bodega Peña del Valle en el municipio extremeño de Almendrajelo, el riojano (ojo, no confundir con la denominación de origen Rioja) Spanish White Guerrilla (como lo leen) que embotella Castillo de Maetierra en los Valles de Sadacia o, a dos pasos de la Seu d’Urgell, aunque en territorio andorrano, el Cim de Cel con el que la familia Visa Tor reinició en 2007 la producción vinícola del Principado tras un paréntesis de más de un siglo.
Etiquetas fruto de un capricho enológico, que se miran en el espejo de los mejores gewürztraminer centroeuropeos y que, en ocasiones, también son resultado del azar. Como el que embotella Luna Beberide (fresco y aromático, neto perfil atlántico) desde hace más de 20 años, curiosamente el vino de corte internacional que mejor ha sobrevivido al error que llevó a esta bodega de Cacabelos (León) a plantar variedades foráneas cuando, en vísperas de la ascensión a los cielos del nuevo Bierzo, no supo ver el tesoro de las viejas mencías que tenía bajos los pies. Texto: J.R. Peiró (Metrópoli).