
Agustí Torelló Roca y Agustí Torelló Sibill, con sus nuevos vinos / JRP
Si a los poetas y a los hombres libres siempre les quedará la palabra, como decía Blas de Otero, a algunos bodegueros de la barra brava, cuando parece que se hunde el mundo bajo los pies, siempre les quedará la pasión por su oficio.
El otro día brindamos con Agustí Torelló Sibill y su hijo de 23 años Agustí Torelló Roca por su nuevo proyecto. A Agustí padre le habíamos visto por última vez en vísperas de las penúltimas navidades para hablar de las cosechas recientes y los planes de la firma Agustí Torelló Mata. Apenas dos meses más tarde, la noticia llegó como un golpe seco al nutrido corrillo de amigos madrileños de Agustí: quien había paseado por el mundo con orgullo y eficacia más que probada el nombre de la bodega de su familia había sido separado de la misma, que es casi como decir de su vida. Por esas fechas abundaban las noticias sobre la tumultuosa trastienda de no pocos de los grandes clanes del vino español, pero esta bomba caía demasiado cerca.
Pues bien, exactamente un año más tarde, Agustí ha vuelto a Madrid con cinco botellas bajo el brazo y de la mano de su hijo mayor, enólogo de formación y coautor de las nuevas etiquetas. Además, como ambos saben que el tiempo nunca discurre hacia atrás, a la nueva empresa la han bautizado con el nombre de la tercera generación: Agustí Torelló Roca, AT Roca para los amigos. El escenario del encuentro fue la taberna Alquitara (Téllez, 29. Tel. 91 552 21 35. Madrid), propiedad de los también amigos Mª Ángeles Humanes y Fernando Fernández.

Un tinto del Montsant, dos espumosos y dos blancos: los vinos de AT Roca / JRP
LOS VINOS TRANQUILOS. La recién nacida gama, que saldrá al mercado a primeros del próximo abril, se compone de tres vinos tranquilos y dos espumosos. De los primeros nos llamó especialmente la atención el Xarel.lo de AT Roca 2013, un blanco de edición limitada (poco más de 1.300 botellas), portador de todo el carácter –nervio, estructura, volumen- de la variedad que se configura como la estrella de los nuevos blancos del Penedés. Un vino sólido y consistente, del que oiremos hablar muy pronto.
Tampoco es manco el Sileo 2013, un tinto de garnacha (80 %) y cariñena del Montsant que golpea los sentidos tras 3-4 meses de barrica de 2º y 3er año, todo un alarde de fuerza y juventud tanto en la nariz (frambuesas, violetas, regaliz) como en una boca de admirable estructura; sin duda, una estupenda base para ir ensayando elaboraciones más ambiciosas. Completa la gama de vinos tranquilos un segundo blanco, el Floral d’AT Roca, alegre y fresco, sin más pretensión -ni menos- que la de mostrar la rica panoplia de aromas y texturas que aportan las uvas macabeo, malvasía de Sitges y moscatel de Alejandría que intervienen en su composición.
LOS ESPUMOSOS. Para el AT Roca Reserva 2012, su primer cava (perdón, espumoso blanco de la D.O. Penedés obtenido mediante el método tradicional), los Torelló de segunda y tercera generación se han mantenido fieles a la trilogía clásica de macabeo, xarel.lo y parellada, de la que han extraído un vino fragante (pera, manzana, fruta escarchada, panadería…), con una boca potente y fresca, de largo final en el que emergen ricos matices almendrados. Todo un acierto.
Y si nos gustó el espumoso blanco, aún nos gustó más el Rosado Reserva de la misma añada, en el que, cuando la mayoría de los cavistas se echa en brazos de la esquiva pinot noir para sus rosé, nuestros anfitriones han apostado por un ensamblaje de monastrell (alrededor del 35 por ciento) y macabeo. Aciertan en una nariz fina como pocas, con delicadas notas de espliego y monte bajo, y aciertan en un paladar seco y sabroso, fresco y elegante, con una finísima burbuja que nos hace recordar algunas de las más selectas botellas de las riberas del Marne.
Los renovados Torelló dejan atrás una trayectoria de grandes cavas –incluido el singularísimo Kripta, uno de los más laureados de la historia- pero afrontan el futuro con todo el entusiasmo del mundo y, lo que es más importante, con las ideas muy claras. El tiempo dirá la última palabra. J.R. Peiró