Vinos del Duero: LOS ILUSTRES FRONTERIZOS

retuerta

«En el mercado de los EE.UU. ni el tiempo de crianza en madera ni la denominación de origen significan nada. Lo que cuenta es la calidad del vino -la marca- y la variedad de uva». Lo recordaba no hace mucho en unas jornadas sobre exportación el neoyorquino Robert Cusimano, quien fuera director general de Abadía Retuerta entre 2003 y 2009. Hablaba con conocimiento de causa. Fundada hace casi 20 años dentro del municipio de Sardón de Duero, los tintos de esta laureada bodega –Pagos de Valdebellón y Negralada, Selección Especial, con puntuaciones de Parker año tras año por encima de los 90- nunca han exhibido en su etiqueta el nombre de la Ribera del Duero. ¿Falta de interés, como ocurrió en el caso de la vecina Vega Sicilia en los primeros años de andadura de la denominación de origen? Seguramente, no.

La culpa la tienen los escasos cuatro kilómetros que separan la monumental abadía del s.XII y su viñedo del límite administrativo de la demarcación vinícola, situado en la contigua localidad de Quintanilla de Onésimo. Aunque a día de hoy nadie sabe quién ha perdido más: si Retuerta por no haberse beneficiado del tirón comercial de la marca colectiva Ribera o ésta por haber dejado fuera de su circunscripción la explotación vitivinícola inspirada por el sabio bordelés Pascal Delbeck y dirigida a pie de obra por el navarro Ángel Anoncibar, una de las cabezas preclaras de la actual enología hispana.

El de Retuerta no es el único caso. «No estamos en la Ribera política, pero sí en la ribera del Duero física y geográfica, que es lo que nos interesa». De este modo se expresaba Jerôme Bougnaud, director técnico de Quinta Sardonia, en una reciente jornada de puertas abiertas para dar a conocer las últimas añadas y los planes de la firma tras su adquisición por el grupo de origen gallego Terras Gauda. Iniciado en 1998 con Peter Sisseck (Pingus) como ideólogo, al proyecto Sardonia, asimismo dentro del término de Sardón de Duero, tampoco llega el influjo benefactor de los despachos de la D.O., aunque sí el del río padre, situado a menos de 500 metros de distancia.

TINTO FINO BIODINÁMICO. Aquí, Bougnaud maneja con técnicas biodinámicas un viñedo de 20 has plantado entre 760 y 830 m. de altitud sobre suelos de gran diversidad, con especial abundancia de elementos calcáreos. Estos días sale al mercado el Quinta Sardonia 2007, una cosecha de nariz expresiva y alegre donde las haya, con finas notas de fruta roja que se prolongan en un paladar fresco y equilibrado, al que seguirán los 2008 y 2009, que ya duermen en el botellero. La bodega tiene grandes expectativas en el segundo, un tinto opulento y enérgico, algo cerrado aún pero con todos los atributos de las buenas añadas del Duero. Aunque el que le pareció más impactante a quien firma estas líneas fue el 2008, el más atlántico de la serie, un vino mineral y complejo –aromas de bosque umbrío, grosellas, trufa, notas balsámicas-, con la profundidad de las mejores añadas de Burdeos y al que los buenos aficionados harían bien en seguir la pista.

Finalmente, a poco más de 10 km en dirección a Valladolid por la N-122, Bodegas Mauro cierra en la localidad de Tudela -igualmente situada extramuros de la D.O.- la terna de ilustres fronterizos del Duero. Mariano García, propietario y fundador, firmó a lo largo de casi treinta años los tintos de Vega Sicilia. Como director técnico de la legendaria bodega asistió al nacimiento de la Ribera desde el mismo día de su concepción, pero cuando se trazó la raya divisoria no quiso renunciar a algunos de sus viejos viñedos en el municipio tudelano, entre ellos la cuna de su exclusivo Terreus Pago de Cueva Baja, buque insignia de la casa y una de las primeras etiquetas españolas en alcanzar la cota mágica de los 98 puntos Parker. Un tinto rotundo que, en compañía de sus hermanos menores Mauro y Vendimia Seleccionada, ha contribuido como el que más a situar el nombre del Duero en el mapamundi de las obras maestras del vino.

Al final, lo que queda bien claro es que las viñas no entienden de fronteras: en la comarca, lo que manda de verdad es el Duero, el gran río castellano del vino al que nadie ha podido ponerle puertas. J.R. Peiró (METRÓPOLI, octubre 2011)

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