Robusto, goloso, sensual… POR FAVOR, UN TINTO MONASTRELL

Una cepa antigua de Monastrell / D.O. JUMILLA

Una cepa antigua de monastrell / D.O. JUMILLA

Con los blancos albariño y verdejo, tal vez con el tinto mencía en determinadas zonas del país, el monastrell es uno de los pocos vinos que se piden en las enotecas y tabernas ilustradas por el nombre de la variedad de uva. Ése es uno de los principales logros de estos tintos golosos y acariciantes, rebosantes de fruta, cuya cotización en el parqué del gusto ha ido en aumento a lo largo del último decenio. Además, y también por eso, a precios difíciles de batir.

Conviene recordar que esta uva, protagonista de algunos brillantes episodios de la historia del vino español, como el Fondillón del siglo de las luces, todavía es la segunda variedad tinta más cultivada en el viñedo peninsular, por detrás de la omnipresente garnacha. Tiene un peso más que significativo en la D.O. Valencia y es abrumadoramente mayoritaria en las de Alicante, Yecla, Bullas y Jumilla, denominación de origen esta última que viene protagonizando una recuperación sin precedentes tanto por lo que respecta a la calidad de los vinos como a su prestigio dentro del panorama nacional.

mourvedre-lgEl respetado ampelógrafo francés Pierre Galet no deja dudas acerca de la identidad entre nuestra monastrell y la mourvèdre francesa, como nos recuerdan José Peñín, en su obra Cepas del Mundo, y la célebre master wine británica Jancis Robinson en su magnífica Encyclopedie du Vin, quien, además, establece en España el origen de este cepaje, emparentándolo con los topónimos Murviedro (antiguo nombre de la localidad valenciana de Sagunto, situada en la comarca del Camp de Morvèdre) y Mataró, conocida ciudad barcelonesa y otro de los nombres que la mayoría de los especialistas, como Oz Clarke, Alexis Lichine o Tom Stevenson, atribuyen a la vinífera.

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El Dictionnaire des Vins Larousse cita la monastrell o mourvèdre como la gran variedad de los apreciados tintos de Bandol (Provenza), donde mezclada con una pequeña parte de garnacha y cinsault produce vinos “francos, robustos, equilibrados y aterciopelados, con un exquisito perfume de violetas”. El citado Tom Stevenson, en su Sotheby’s World Wine Encyclopedia, subraya la importancia de la monastrell en los vinos del Valle del Ródano, en cuya mitad meridional es variedad preferente, con una presencia significativa en los prestigiosos tintos de Châteauneuf-du-Pape, así como en los de otras denominaciones menores, como Tavel, Tricastin, Gigondas o Lirac. Y también sitúa la variedad en el viñedo australiano, donde, conocida con el nombre de mataró, ocuparía el quinto lugar de las variedades tintas por superficie de cultivo.

DEL MEDITERRÁNEO A CALIFORNIA. Antes de la plaga de la filoxera, la monastrell llegó a ser la principal uva de la Provenza francesa, donde hoy continúa jugando un destacado papel, del mismo modo que en el Languedoc-Roussillon y otros viñedos del Mediterráneo francés, como el de la isla de Córcega. La mencionada autora Jancis Robinson afirma que la vinífera estuvo presente, desde al menos 1870, en California, sobre todo en el condado de Contra Costa, donde aún es posible hallarla aunque en franca regresión.

El árido hábitat de la monastrell, con el castillo de Jumilla al fondo / DOJ

El árido hábitat de la monastrell, con el castillo de Jumilla al fondo / DOJ

En su interesante Manual de vinos valencianos, Joan C. Martín incluye un completo estudio sobre la trascendencia de la variedad monastrell a lo largo de los últimos cuatro o cinco siglos. El autor cita a Jaume Roig y su misógino Llibre de les dones (Libro de las mujeres, S. XV) para concluir que este cepaje se encontraba bien implantado en la actual provincia de Alicante a mediados del cuatrocientos. Y recuerda que esta uva era la base del conocido Tinto de Alicante, un vino corpulento y denso, de tacto mullido, que alcanzó gran prestigio y cotización entre los siglos XV y XIX, durante los cuales se exportó en grandes cantidades para fortalecer claretes de latitudes más frías, como los de Burdeos.

Joan C. Martín apunta, asimismo, una fuerte correspondencia entre la variedad monastrell y otro vino histórico, el Carlón, cuyo nombre derivaría de la terminación de Benicarló, patria de caldos de gran calidad y ampliamente documentados en los escritos de comerciantes y viajeros como Hyeronimus Munzer (finales del S. XV) o el Barón de Davilliers (S. XIX).

FondillónLa uva monastrell es también la materia prima del celebérrimo Fondillón, como nos refiere este autor, un vino rancio y generoso, inmortalizado por Alejandro Dumas en las páginas de El Conde de Montecristo, que regó las más exquisitas mesas europeas y que vivió su momento de oro en los siglos XVII y XVIII, época en la que los comerciantes del puerto de Alicante se jactaban de tener a la Royal Navy británica como cliente principal.

UNA UVA ESPARTANA. La vinífera -conocida también como mourvèdre y mataró, ya se ha dicho, catalán, negro, negrón, balzac, benicarló, espar, tinto, alcayata, gayata, morrastrell o garrut, entre una interminable lista de sinonimias- presenta un racimo cónico y compacto, así como una baya esférica, de tamaño mediano, pulpa jugosa y piel gruesa de color negro azulado. Prefiere los suelos áridos y cascajosos, pobres en elementos nutrientes, y su carácter espartano le permite adaptarse a climas extremadamente secos y soportar las heladas primaverales.

Pocas uvas superan en color la variedad levantina / CASA DE LA ERMITA

Pocas uvas superan en color a la variedad levantina / CASA DE LA ERMITA

Características que confieren al vino su particular tacto de terciopelo y su profundo aroma frutal y sustancioso paladar. Si bien los sabios en la materia buscan desesperadamente un clon de la planta capaz de contrarrestar su talón de Aquiles, es decir, su natural tendencia a la oxidación, la mayoría de las bodegas prefieren hoy crianzas no demasiado prolongadas y una buena parte de ellas se decanta por ensamblarla con cierta proporción de cabernet sauvignon o syrah.

Nuestra uva protagoniza hoy en solitario, o como variedad mayoritaria, etiquetas de altura como las jumillanas Clío (Bodegas El Nido), Juan Gil 18 Meses, Casa Castillo Pie Franco y Las Gravas (ambas de Casa Castillo) o el interesantísimo Evol de Elisa Martínez Navarro, una de las revelaciones de esta temporada. Pero no sólo en Jumilla. También es la prima donna de tintos como los alicantinos Estrecho (Enrique Mendoza), Mira Salinas (Sierra Salinas) o el archipremiado El Sequé de Juan Carlos López de Lacalle (Artadi) y Agapito Rico, amén de los yeclanos Hécula y Casa Cisca, ambos de Bodegas Castaño. Como se ve, hay dónde elegir. Y esto no es más que la punta del iceberg. J.R. Peiró

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