Los vinos tintos de la variedad bobal adquieren por momentos el prestigio que les negaron largas décadas de graneles que salían en grandes cisternas hacia destinos remotos por el puerto de Valencia. Al igual que le ocurrió a otras viníferas que hoy animan –y enriquecen- el panorama enológico del país, como la mencía del Bierzo, la monastrell jumillana, la tinta de Toro o la ubicua y hasta ayer denostada garnacha, la enología moderna acude –eso sí, con bastante retraso- a su rescate y desvela un insospechado potencial de calidad.
Detrás de la tempranillo, la bobal es la segunda vinífera tinta por superficie plantada en nuestro país. Su espacio natural siempre ha sido el altiplano de Utiel-Requena, donde significa nada menos que el 80 por ciento de la producción de uva. También desempeña un papel protagonista en la vecina Manchuela, donde se ha convertido en la viga maestra de no pocos de los mejores tintos de la denominación de origen protegida, y también, aunque en un plano más discreto, en la Ribera del Júcar conquense.
José Hidalgo Togores, autor del monumental Tratado de Enología (Ed. Mundi-Prensa, 2003) y asesor de bodegas destacadas a lo largo y ancho de la Piel de Toro, elabora desde hace un lustro Cerro Gallina (D.O. Utiel-Requena), uno de los bobales más celebrados por la crítica. “De la bobal destacaría su potencial de guarda”, dice cuando se le pregunta por los atributos de la variedad, que él califica de continental. “Agradece la plantación en cotas altas y los climas fríos, así como los rendimientos bajos, por debajo de los 4.500 kilos por hectárea. Para la calidad, también es importante encontrar un clon de grano pequeño”, apostilla.
VIÑEDOS DE ALTURA. Un esquema que siguen casi al pie de la letra las mejores etiquetas del altiplano valenciano. Entre ellas las que elabora Toni Sarrión en su Pago El Terrerazo, desde Quincha Corral (energía y elegancia a partes iguales) hasta Finca Terrerazo, un tinto de firme esqueleto, balsámico y con abundantes notas de brea. Muy en la línea de los vinos concentrados que elabora Bruno Murciano en Caudete de las Fuentes (El Sueño de Bruno, La Malkerida), el Casa Don Ángel de Félix Martínez Roda en Vera de Estenas, su bodega familiar en Utiel, o el Bobos Finca Casa la Borracha de Hispano Suizas, un tinto de reciente aparición obtenido con cepas de más de 70 años, de nariz fragante (fruta roja, especias dulces, hojarasca) y boca de terciopelo.

El Valle de Estenas (Valencia) es un enclave privilegiado para la variedad / DOUR (JOSÉ ALFONSO SIERRA)
Si Utiel-Requena es el granero de la uva bobal, la cercana denominación de origen Manchuela, a caballo entre las provincias de Cuenca y Albacete, es su banco de pruebas. Allí, Víctor de la Serna elabora desde 2006 su Finca Sandoval Signo Bobal, un tinto de nariz original (bayas rojas y negras, monte bajo, regaliz) y poderosa estructura en el paladar. “La bobal es una uva delicada, que madura de forma irregular, requiere muchos cuidados en la viña y un gran trabajo de selección de racimos, aunque ahí reside parte de su gracia”, declara tras la experiencia de siete cosechas. “Los mejores tintos de bobal siempre proceden de viñedos de altura –como uno conquense que tenemos arrendado a más de 1.000 metros sobre el mar- y de cepas viejas, bien enraizadas”.
Más o menos el camino que recorren otros bodegueros de la zona, cuyas etiquetas ganan protagonismo cosecha tras cosecha en las principales publicaciones y foros del vino. Es el caso de los bobales de Juan Antonio Ponce en la localidad conquense de Iniesta (Pie Franco, Pino, La Casilla, Clos Lojén), el Rayuelo de Altolandón (en Landete, Cuenca) o el Cien y Pico en Vaso que embotella en la localidad albaceteña de Mahora el cuarteto de enólogos formado por Luis Jiménez, el italiano Nicola Tucci, la búlgara Elena Golakova y el australiano Zor Brooks…
La uva bobal, a la que algunos estudios científicos también atribuyen un alto índice de resveratrol y otras sustancias beneficiosas para la salud, vive días más que prometedores en la disputada pasarela del vino hispano de estos comienzos del s.XXI. Añada tras añada, nuevas etiquetas ensanchan e iluminan el horizonte de esta vinífera condenada a los rosados y los tintos menores hasta no hace nada. Todo un reto para los aficionados más curiosos. J.R. Peiró (METRÓPOLI)
Yo añadiría SENTENCIA de Alberto Pedrón (Los Pedrones) y EL SEXTO ELEMENTO (de Venta del Moro), dos vinos de gran calidad elaborados con BOBAL
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Considero que hay algunos vinos referentes de la Bobal, y con más tiempo, referencias y honores o merecimientos, o como mínimo los mismos que algunos recién llegados.
Algunos de altura como el Pasión de Bobal o el Pasiego Bobal (Camporrobles y Sinarcas, a 900 m.s.n.m., unos cuantos más que Caudete, Utiel o El Terrerazo)
Incluso otros, sin ser de altura, pero de gran prestigio, como el Olivastro (de bodegas Carres), o el Arte Mayor (de Dominio de la Vega)
Y otros muy singulares, con solo unas 50 o 60 veces más de resveratrol (50 o 60, no 5 ó 6, pues puede parecer un error) que el vino español con más resveratrol hasta el momento (entre nueve bodegueros de Rioja consiguieron ese vino, con unos 25 mg/l) como el Miquelius (con unos 1500 mg nada más y nada menos).
En fin, recomiendo al autor, catar otras referencias menos «top»….
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