Albillo: LA REINA BLANCA DE GREDOS

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Viñedos con las cumbres de Gredos al fondo. / A

No pocas bodegas del centro peninsular, sobre todo la Sierra de Gredos, donde se unen las provincias de Ávila, Madrid y Toledo, han encontrado en la uva albillo real un filón para elaborar vinos de calidad superior, dignos de escoltar sus magníficos tintos de garnacha serrana. Se trata de blancos sustanciosos y densos, muy aromáticos, que alcanzan su plenitud a los dos o tres años de vida cuando están bien elaborados, la mayoría de las veces en contacto con la madera.

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De Izquierda a derecha, Las Uvas de la Ira, La Pájara, Cantocuerdas, Lovamor, Picarana, 4 Monos, Las Moradas de San Martín y Arrayán. / A

Albillo ha sido siempre el nombre común de un conjunto bastante heterogéneo de viníferas. Hoy, en su catálogo de variedades, el Ministerio de Agricultura diferencia claramente entre el albillo mayor (la turruntés riojana, precursora, con la misteriosa benedicto de Aragón, de la tempranillo), una cepa robusta y de porte erguido que abunda sobre todo en la Meseta Superior y la albillo real, a la que también se atribuyen los nombres de “albillo de Madrid” y “de Gredos”. Se trata, esta última, de una planta poco vigorosa y de porte rastrero, de maduración temprana, con racimos pequeños y bayas de piel fina, lo que explica su tradicional doble uso como uva de mesa y de vino.

INCÓGNITAS SIN RESOLVER. La albillo es una de esas viníferas que explica la fascinación que ejerce entre los iniciados en la bebida de Baco la ampelografía, rama de la botánica que se ocupa de la identificación y clasificación de las vides. Pocas especies, como la que nos ocupa, abarcan un campo tan amplio de sinonimias (distintos nombres para una variedad de uva) y homonimias (distintas uvas para un solo nombre). Los estudios genéticos son lentos y caros, razón por la cual no son pocas las incógnitas sin resolver acerca esta familia de uvas blancas.

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Cepa vieja de albillo real. / VINOS DE MADRID

En estas mismas páginas hemos hablado alguna vez de los excelentes albillos (a secas) que elaboran algunas pequeñas bodegas de La Palma, conocida también como la Isla Bonita. Pues bien, desde hace tres o cuatro años, los viticultores canarios se refieren a esa casta como “albillo criollo”, sin que todavía esté muy claro a día de hoy su parentesco con las dos anteriormente citadas. Para acabar de liar la madeja, no son pocos quienes sostienen que el albillo criollo y la uva conocida como gual son una misma cosa.

PEQUEÑAS PRODUCCIONES. Tampoco se ha terminado de echar luz sobre la llamada albillo de Albacete, o de Villamalea, nombre de un municipio albaceteño incluido en la denominación de origen Manchuela, cuyo Consejo Regulador, por cierto, sitúa en el lejano Loira (Francia) el origen de su albillo. Ni sobre la hoy escasísima “albillo de Granada” que ya citó en 1807 el botánico valenciano Simón de Rojas Clemente y Rubio… La lista podría salirse de los márgenes de esta página.

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Racimo de albillo en el Sistema Central. / MAGRAMA

El caso, volviendo a nuestro tema, es que los blancos de albillo real viven un momento de oro. Sobre todo en el entorno de San Martín de Valdeiglesias (D.O. Vinos de Madrid), donde se embotella la mayor parte de estos blancos. Marcas como los Picarana y Piesdescalzos que elabora Fernando García en Bodegas Marañones (Pelayos de la Presa) o el 4 Monos que firman Javier García, Laura Robles, David Velasco y David Moreno en la bodega homónima de Cadalso de los Vidrios elevan cosecha tras cosecha la calidad de estos vinos. Sin olvidar, ni mucho menos, los que obtienen en el propio municipio de San Martín de Valdeiglesias casas como Bernabeleva (Cantocuerdas y Navaherreros), Don Álvaro de Luna (1434), Bodegas Valleyglesias (La Pájara) o Las Moradas de San Martín, que acaba de embotellar su primer vino blanco.

¿Más ejemplos? Desde el estupendo Arrayán Albillo Real que vinifica la joven Maite Sánchez en Finca La Verdosa (D.O. Méntrida) hasta el singularísimo Las Uvas de la Ira de Dani Jiménez-Landi, obtenido con racimos cosechados en el municipio abulense de Cebreros, como el no menos interesante Zerberos Uvas Preciosas de Daniel Ramos, o el casi inclasificable Lovamor que lleva la firma de Alfredo Maestro, otro de los enólogos de culto del momento… Se trata casi siempre de pequeñas producciones, nada fáciles de hallar en los circuitos habituales pero a las que los enófilos enemigos de la rutina harían bien en seguir la pista. José Ramón Peiró (Metrópoli)

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